La maestra de tejido es guapa. La maestra me enseñará lecciones básicas del arte de tejer. Ella coge los palitos, de esta manera, así, metes por aquí, das una vuelta por este lado, coges, sacas y listo, ¿ves cómo queda? Sí, veo sus manos blancas, sus dedos largos haciendo no sé qué enredos con el hilo; no estoy concentrado en cómo se hace el punto. Ella me repite la técnica pero lo que se enreda es mi cabeza. Ahora hazlo tú, me dice, así, ¡no, así no! Primero coge bien los palitos, das una vuelta por ese hueco, ¡no, por el otro! ¡Pero no sueltes el hilo!... Te estás saltando los puntos, mira cómo está quedando, ¿no ves que no están apareciendo las curvitas?, ¿te fijas? Sí... claro..., ¿qué curvas? La maestra de tejido va a perder la paciencia conmigo. Gracias al cielo no se hace hígado mientras me corrige, más bien se burla de mis destrezas manuales. Y más se burla si me ve minucioso, empeñoso, peleándome con la punta desgraciada del palito que, caramba, por estar muy ajustada con
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